jueves, 22 de mayo de 2014

¡FIEL Y GENEROSO PUEBLO DE BUENOS AIRES!

Así comenzaba la proclama de los miembros del Cabildo de Buenos Aires ese 22 de mayo de 1810. Y continuaba: Las últimas noticias de los desgraciados sucesos de nuestra metrópoli, comunicadas al Público de orden de este Superior Gobierno, han contristado sobre manera vuestro ánimo, y os han hecho dudar de vuestra situación actual y de vuestra suerte futura.”
¿Cuáles eran esos “desgraciados sucesos” de la metrópoli? Dos años antes Napoleón había invadido el reino de España. El rey había abdicado, su sucesor estaba encarcelado, el pueblo se rebelaba en las calles y era reprimido. Goya lo dejó plasmado en uno de sus más famosos cuadros.
Los fusilamientos del Monte Pío, de Francisco Goya
Pero en 1810 el último foco de resistencia, la Junta de Sevilla, había caído en manos del ejército francés.
Buenos Aires bullía de agitación ante la noticia. Reclamos de asambleas se extendían por la ciudad. Los cabildantes salieron al cruce para evitar males mayores. Tenían “el permiso” del virrey para reunirse.
Hicieron hacer y enviar 450 invitaciones para la sesión del cabildo abierto del 22 de mayo. Pero quien imprime 450 puede imprimir más, y repartirlas entre sus partidarios, y desalentar a los contrarios.

El caso es que ese 22 aparecieron unos 250 vecinos, nada más, por el Cabildo. Algunos se excusaron: el día estaba horrible y andar por las calles embarradas se complicaba, aunque la mayoría no vivía a más de diez cuadras.
La discusión fue dura, se planteaba la renuncia del virrey y su reemplazo por una junta de gobierno. Los cabildantes, partidarios del virrey, advertían: “…meditad bien sobre vuestra situación actual, no sea que el remedio, para precaver los males que teméis, aceleren vuestra destrucción. Huid siempre de tocar en cualquiera extremo, que nunca deja de ser peligroso; despreciad medidas estrepitosas o violentas, y siguiendo un camino medio, abrazad aquel, que sea más sencillo y más adecuado, para conciliar con nuestra actual seguridad, y la de nuestra suerte futura, el espíritu de la Ley y el respeto a los Magistrados”.
La posición de los revolucionarios era otra, Moreno lo escribiría poco después en el Plan Revolucionario de Operaciones: La moderación fuera de tiempo no es cordura, ni es una verdad; al contrario, es una debilidad cuando se adopta un sistema que sus circunstancias no lo requieren; jamás en ningún tiempo de revolución, se vio adoptada por los gobernantes la moderación ni la tolerancia; el menor pensamiento de un hombre que sea contrario a un nuevo sistema, es un delito por la influencia y por el estrago que puede causar con su ejemplo, y su castigo es irremediable.
Los cimientos de una nueva república nunca se han cimentado sino con el rigor y el castigo, mezclado con la sangre derramada de todos aquellos miembros que pudieran impedir sus progresos”

Ya sabemos que pasó: empezaba la revolución. 

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