Ya he escrito en este blog algún texto sobre el “Día de la Raza”
(pueden leerlo clickeando acá). Hoy, que el aniversario trae el tema de vuelta,
busco la manera de referirme a él sin repetirme. Y arranco con un recuerdo
infantil. De mi primaria en Bernal donde contábamos con la primera estatua
levantada a Cristóbal Colón en Argentina. No por un miembro de la “raza
española” como se podría prever, sino por un inmigrante genovés (como Colón)
que se había hecho “la América” y poseía bruta estancia en la zona: Don
Agostino Pedemonte.
El viejo monumento, los arcos de atrás y la palmera son agregados posteriores |
Pedemonte, ufano de su prosperidad, decidió homenajear a su compatriota
y ordenó la construcción de una estatua en sus tierras. Cuando mucho después éstas se lotearon y vendieron, Colón terminó en una plazoleta cerca de casa y de
la escuela (todo estaba cerca en Bernal) a la sombra de los plátanos.
Y ahí íbamos en solemne procesión para esta fecha. Salíamos de la
escuela con nuestras maestras todos de la mano y homenajeábamos a Colón in situ. El texto en italiano del
pedestal me impactaba, especialmente la última frase: “Rinnova incessante sua
dignitá”.
(Algún día comentaré mi otra excursión: a la casa del estanciero
colonial Santa Coloma donde habían llevado a los Kilmes. Una ventaja de Bernal:
Colón y los indios a mano).
Hoy esa celebración se antoja extraña y son otros los temas a evocar. Para hacerlo me respaldo en un discurso dicho este 12 de octubre en
una escuela primaria, pueden leerlo acá.
Es el primer discurso pronunciado por un docente a punto de recibirse, mi
hijo Juan.
Otra generación que empieza a hacerse cargo de explicar, explicar y
explicar.
Cumplí con el título: Pasado, presente y futuro