Salvo algún chileno avezado mis lectores relacionarán el taco con una
jugada típica de un futbolista pícaro. Pero no: “taco” en “chileno” significa
embotellamiento. No me pregunten por qué: los caminos del idioma son así.
Y yo aprendí ese significado viviendo un “taco” en la ciudad de
Concepción, donde hoy va a jugar la selección.
En enero del 2014 llegamos a Conce (así le dicen) desde Temuco.
Conce es una de las ciudades más importantes de Chile. Capital de la
región del Bío Bío llegó a ser capital del reino en el periodo colonial y su
puerto, Talcahuano, es una de las principales puertas de salida de
exportaciones del país. Durante todo el siglo XIX además fue el centro
carbonífero chileno gracias a los
yacimientos de la cercana ciudad de
Lota.
Bajamos en la estación de buses y tomamos un taxi hasta el alojamiento que habíamos reservado. El auto avanzaba
lentamente en lo que parecía un río de llanura. El taxista nos explicó que la
obra del estadio futbol de Conce era la causante del “taco”.
Dije que estábamos a inicios del 2014, la preparación para la Copa América había arrancado a fines
del año anterior y terminaron el estadio poco antes del comienzo de la copa. El
trabajo estaba previsto para realizarse en menos tiempo pero…aparecieron restos
humanos y todo se paralizó.
¿Restos humanos? ¿En un estadio?
A diferencia de la dictadura militar argentina que torturó
y “desapareció” personas en bases militares y policiales fundamentalmente, el
pinochetismo utilizó para ello también varios estadios de fútbol de todo el
país, como el estadio Nacional de Santiago de Chile, el Estadio Chile (hoy
renombrado como Víctor Jara) y… el Estadio Municipal de Concepción.
Pasaron más de cuarenta años del sangriento golpe militar de Pinochet,
Conce es una ciudad hermosa, el fútbol puede ser una fiesta pero las historias
no resueltas vuelven a brotar para asegurarse de que no las olvidemos.