Septiembre es un mes de efemérides educativas basadas fundamentalmente
en la casualidad de algunas muertes (Sarmiento, Estrada). Por eso se estila
hablar del tema ya sea en actos o a través de las páginas de los diarios.
Esteban Bullrich no podía privarse de hacerlo y aprovechó la
inauguración de un hospital en Choele Choel para decir que se venía una nueva
“Campaña del Desierto” pero esta vez “sin espadas sino con educación”.
Primero una aclaración histórica: si Roca hubiera dispuesto sólo de
espadas no habría conquistado “el desierto”. Si algo hizo la diferencia fueron
los nuevos fusiles Remington “Patria”.
Dicho esto podemos entrar en tema: ¿No tenía una metáfora mejor a mano
el ministro? ¿No sabía de la reivindicación de los pueblos originarios en la
Patagonia? ¿Nunca se enteró de la devolución de restos aborígenes guardados
desde el siglo XIX en los depósitos del Museo de La Plata?
Y si era tan ignorante de estas cosas (algo poco recomendable para un
ministro de educación) ¿no se dio cuenta de que la imagen de “desierto” (que ya
no era correcta en 1879) no se aplica para la Patagonia del siglo XXI? Y los
niños a educar ¿serían los indígenas actuales?
Es difícil pensar que una frase pueda condensar tantas estupideces,
pero…ya se sabe que hay gente que no gusta limitarse.
Todos se sienten llamados a opinar. Y gracias a esa verborragia nos
enteramos de que Soledad Acuña (ministra de educación de la capital federal)
quiere educar en las “habilidades del alma”. Un camino seguro al Medioevo. Que
un personaje como Daniel Filmus que fue el que alquiló parte de las aulas de
una escuela para hacer un shopping ahora critica que “se desarmaron casi todos
los programas del ministerio de Educación”. O que Mariano Narodowski sigue
animándose a escribir sobre los problemas de la educación argentina después de
haber pasado por la función pública repartiendo maletines pedorros a los
docentes o contratando a espías como Ciro James.
Lo dicho en el título.