miércoles, 2 de noviembre de 2016

Están a tiempo

(Este posteo contiene una recomendación, para evitar ansiedades la misma estará disponible hasta principios de diciembre, como luego comentaré.)

Hay preguntas que se les repiten a intervalos más o menos regulares a los profesores de historia. Una es: ¿en qué época te/le hubiera gustado vivir?
La respuesta no es sencilla. En primer lugar una cosa es que determinado momento histórico sea interesante y otra que uno quiera ser protagonista del mismo. Descartemos por obvias las épocas de guerras o desastres: puede ser la mar de interesante conocer el proceso que llevó al genocidio de 1994 en Ruanda pero ver cómo un millón de personas eran asesinadas (a veces a machetazos) en dos meses por otro (mínimo) millón no resulta placentero.
Por otra parte cualquier momento previo a mitad del siglo XIX trae aparejadas condiciones (expectativas de vida, salud, comodidades, etc.) demasiado diferentes a las que estamos acostumbrados.
Pero el jueves pasado se me ocurrió una respuesta: la Rusia urbana de principios de siglo XX debe haber sido un momento histórico disfrutable.
¿Por qué? El mundo era joven. ¿A qué me refiero? Los rusos pensaban crear un mundo nuevo. Políticamente es el período que va desde el soviet de Petrogrado a la revolución de octubre. ¿Dije joven? Sí, los protagonistas lo eran. Trotsky, el dirigente del soviet de Petrogrado, tenía 25 años en 1905. Fueron derrotados pero la experiencia quedó plasmada al año siguiente en un libro brillante: Resultados y perspectivas. O sea, ¿Qué pasó y cómo la seguimos? Es el preanuncio y el llamado a 1917.
Para una generación de jóvenes rusos el mundo estaba por crearse. Kazimir Malévich era otro de ellos. De la misma edad que Trotsky, puso en revisión el arte occidental.
La recomendación que tengo para hacerles es que vayan a ver su retrospectiva en la Fundación Proa (como dije tienen tiempo hasta el 11/12). 
En ella se puede observar cómo Malévich ajusta cuentas con impresionistas, postimpresionistas, simbolistas y futuristas. Pinta como todos ellos buscando una nueva expresión. Será, en el lapso de pocos años, también expresionista. Malévich es una especie de camaleón explorador. Todo el arte es sujeto a crítica hasta llegar en 1913 a la obra que inauguró el Suprematismo: “Cuadrado Negro sobre fondo blanco”
¿Es posible la representación sin objetos? Tal el objetivo del suprematismo.
Es que “El arte ya no quiere estar al servicio de la religión ni del Estado; no quiere seguir ilustrando la historia de las costumbres; no quiere saber nada del objeto como tal, y cree poder afirmarse en la cosa (por lo tanto, sin la fuente válida y experimentada de la vida), sino en sí y por sí”.
Malevich no para. Escribe con el poeta Maiacovsky el manifiesto suprematista. 
Sigue pintando. 
Es coautor de la ópera “La victoria sobre el sol” junto a Mijail Matiushin (compositor pero también pintor). Para ella realiza vestuarios y escenografía. En 1917 participa en la revolución. 


Un mundo nuevo se está creando
Y en ese mundo nuevo pinta para todos nosotros “La carga del ejército rojo”.

Hasta el 11 de diciembre está en la Boca, en Proa, 1er piso, al fondo. Es cuestión de ir, sentarse, y mirarlo mientras se escucha a Rafael Alberti y Paco Ibañez






Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...