lunes, 25 de septiembre de 2017

Tomas y "guías"








Ayer leí la “editorial” de Alejandro Borensztein en Clarín: “Guía para tomar colegios como Dios manda”.
En ella critica las actuales tomas de colegios secundarios. No es esto lo particular de la nota, en realidad la mayoría de éstas  enfrenta la medida juvenil. Algunas veces compartiendo los reclamos (pero no los métodos, ¡cuando no!), otras no.
Lo que hace especial la nota de Borensztein es que la crítica parte de cuando él mismo tomó  su colegio secundario, el Pellegrini, en 1975.
Esa toma “sí” era correcta, éstas no, dice.
Repasemos la historia. La década del ’70 fue pródiga en tomas de colegios. Las primeras se dieron en 1971 y abarcaron las escuelas técnicas a las cuales se les degradaba el título al quitar el último año de estudios (cualquier semejanza con la actualidad no es coincidencia). Las tomas triunfaron y las escuelas industriales mantuvieron su titulación.
Soy contemporáneo de Borensztein y me tocó también tomar mi colegio. Corría 1974, en Educación había asumido Oscar Ivanissevich que desplegó su “misión” (así se la llamó) para eliminar “la infiltración marxista” en la educación. Al frente de la Universidad de Buenos Aires fue designado Alberto Ottalagano, un fascista que como bien señala Borenztein estaba orgulloso de serlo y así lo proclamaba.
Los estudiantes tomamos la universidad y (en mi caso) los colegios preuniversitarios como el Nacional Buenos Aires y el Pellegrini en defensa de las autoridades existentes e intentando frenar la barbarie que avizorábamos. Ésta toma sí fue de las “permitidas” por Borensztein.
Pero se equivoca. Si algo tienen en común ambas es su carácter anticipatorio. Puede parecer extraño ya que estamos hablando de adolescentes la mayoría de los cuales está haciendo su primera experiencia política. Pero en 1974 y en el hoy los estudiantes se han percatado de un futuro que rechazan.
En 1974 los estudiantes reaccionamos frente a una avanzada reaccionaria que proseguiría sin pausa hasta el golpe de 1976.
Los protagonistas de hoy advierten que “la reforma” no es sólo degradación educativa sino que es un paso más en la flexibilización laboral que tendrán que enfrentar.
Los estudiantes de 1974 teníamos muchas debilidades y falencias, los de hoy también. Pero no nos equivocamos en ese momento.
Hoy tampoco.



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