Ayer leí la “editorial” de Alejandro Borensztein en Clarín: “Guía para tomar colegios como Dios manda”.
En ella critica las actuales tomas de colegios secundarios. No es esto
lo particular de la nota, en realidad la mayoría de éstas enfrenta la medida juvenil. Algunas veces
compartiendo los reclamos (pero no los métodos, ¡cuando no!), otras no.
Lo que hace especial la nota de Borensztein es que la crítica parte de cuando
él mismo tomó su colegio secundario, el
Pellegrini, en 1975.
Esa toma “sí” era correcta, éstas no, dice.
Repasemos la historia. La década del ’70 fue pródiga en tomas de
colegios. Las primeras se dieron en 1971 y abarcaron las escuelas técnicas a
las cuales se les degradaba el título al quitar el último año de estudios
(cualquier semejanza con la actualidad no es coincidencia). Las tomas
triunfaron y las escuelas industriales mantuvieron su titulación.
Soy contemporáneo de Borensztein y me tocó también tomar mi colegio.
Corría 1974, en Educación había asumido Oscar Ivanissevich que desplegó su “misión”
(así se la llamó) para eliminar “la infiltración marxista” en la educación. Al
frente de la Universidad de Buenos Aires fue designado Alberto Ottalagano, un
fascista que como bien señala Borenztein estaba orgulloso de serlo y así lo
proclamaba.
Los estudiantes tomamos la universidad y (en mi caso) los colegios
preuniversitarios como el Nacional Buenos Aires y el Pellegrini en defensa de
las autoridades existentes e intentando frenar la barbarie que avizorábamos. Ésta
toma sí fue de las “permitidas” por Borensztein.
Pero se equivoca. Si algo tienen en común ambas es su carácter
anticipatorio. Puede parecer extraño ya que estamos hablando de adolescentes la
mayoría de los cuales está haciendo su primera experiencia política. Pero en
1974 y en el hoy los estudiantes se han percatado de un futuro que rechazan.
En 1974 los estudiantes reaccionamos frente a una avanzada reaccionaria
que proseguiría sin pausa hasta el golpe de 1976.
Los protagonistas de hoy advierten que “la reforma” no es sólo degradación
educativa sino que es un paso más en la flexibilización laboral que tendrán que
enfrentar.
Los estudiantes de 1974 teníamos muchas debilidades y falencias, los de
hoy también. Pero no nos equivocamos en ese momento.
Hoy tampoco.
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