Las primeras versiones de La cenicienta se hunden en la noche de los
tiempos.
Pero, más acá, el francés Charles Perrault escribió una versión que se
difundió por toda Europa y América. Los hermanos Grimm hicieron lo mismo un
siglo después, a principios del XIX.
Hay en el cuento una suspensión momentánea del mundo real y algo así me pasó
el lunes 11.
Otro día del maestro.
Me felicitó Acuña, me felicitó Larreta y aunque
no me llegó el flyer de Esteban ni de Finochiaro sé que pensaron en mandarlo.
Un lunes maravilloso, pleno de felicidad reflejada en frases de
Galeano, Freire, Mandela, la Madre Teresa y otros. Así, juntos y revueltos.
Pero, ya lo habían escrito Perrault y los Grimm, nada es para siempre.
Dieron las 12, desaparecieron los flyer con frases almibaradas y volvimos a ser
esos tipos molestos que:
1.- reclamamos aumento de sueldo,
2.- paramos y tomamos a los
niños de rehenes,
3.- planteamos que las escuelas no están en condiciones,
4.- no aceptamos la degradación de la educación expresada entre otras
cosas en la eliminación de contenidos, la degradación de títulos, la
primarización de la educación media, etc.
5.-hablamos de Maldonado,
6.- no queremos ser “facilitadores”ni “orientadores” ni “emprendedores”
sino docentes,
7.- defendemos a nuestros alumnos como individuos y como colectivo
impidiendo la violencia y abuso policial,
8.- tomamos licencia porque estamos enfermos o damos exámenes o…,
9.- criticamos las evaluaciones estandarizadas,
10. –defendemos nuestra calificación profesional, etcétera, etcétera,
etcétera
Perrault y los Grimm habían previsto una salida. Todos la conocemos. Pero en el reino de
este mundo no hay hadas madrinas y los príncipes que quedan andan en
corruptelas varias.
No nos va a quedar otra que calzarnos nosotros mismos el zapato.
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