miércoles, 19 de octubre de 2016

Hoy

La historia es conocida: una guerra que ya lleva veinte años consume a dos pueblos. Nada detiene el ímpetu bélico de los hombres. Ni siquiera ver como el deterioro social y económico aumenta. Hasta que una mujer, hastiada, asume un protagonismo inusual y declara la huelga sexual. Reúne a compatriotas y enemigas e impone un plan: excitar a sus maridos pero negarse a acostarse con ellos hasta que firmen la paz. 
Lysistrata por Aubrey Beardsley





El acuerdo no es fácil de alcanzar. Vencer las resistencias de las más débiles tampoco. La solución: tomar un edificio central y encerrarse en él. Los hombres, desesperados por la abstinencia, atacan pero no consiguen doblegar a las mujeres.

Y por Picasso

Los varones terminan por rendirse, las mujeres pasarán a ocuparse de los asuntos importantes.
Es la historia de Lysístrata (aquella que disuelve ejércitos, en griego), la primera que declaró una huelga de mujeres. Una historia contada y representada una y mil veces. Yo la ví en tiempos de la dictadura (época difícil para representar rebeliones) en un teatro de San Telmo en la versión de mi profesor de literatura del secundario, el gran Patricio Esteve.  

Pero fue Aristófanes, un griego del 400 antes de Cristo, el que primero avisó del potencial revolucionario de las mujeres cuando salen de sus casas.


Hoy muchos pudieron comprobarlo. 


(Un comentario final: la obra de Esteve se estrenó en 1980 en momentos en que el ministro de Interior de la dictadura, Harguindeguy, proponía iniciar un "diálogo" político con algunos sectores. Esteve incorpora el siguiente diálogo entre dos personajes que no existían en la versión de Aristófanes: 
Adiké: ¿Los arresto, señor?
Magistrado: ¡No seas estúpido! El diálogo es siempre bienvenido . . . y sobre todo, ¡porque hace perder tiempo)

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