domingo, 4 de mayo de 2008






Globología

Un cura brasileño se ató mil globos y salió volando. Parecía previsor, llevaba dos celulares con gps para dar su posición y evitar desencuentros. No fue suficiente, no había aprendido a manejar el aparatito. Intentó que se lo explicaran por teléfono pero se perdió antes de conseguirlo. Esto fue el 22 de abril, a la fecha no lo encontraron.
Oscar Wilde escribió en un ensayo llamado La decadencia de la mentira que “la Vida imita al Arte mucho más de lo que el Arte imita a la Vida”. Más acá, el cubano Alejo Carpentier teorizó acerca de lo real maravilloso en un libro que nadie debería dejar de leer: El reino de este mundo.
¿A qué vienen estas referencias literarias? A que cuando vi la noticia pensé: -esto ya lo leí en algún lado-.
No era en un diario, sino en una novela y por acá, por Latinoamérica, más cerca de Carpentier que de Wilde.
Lo había contado a principios de la década del 70 Gabriel García Márquez en Cien años de soledad. Miren si no:”… Fernanda sintió que un delicado viento de luz le arrancó las sábanas de las manos y las desplegó en toda su amplitud. Amaranta sintió un temblor misterioso en los encajes de sus pollerones y trató de agarrarse de la sábana para no caer, en el instante en que Remedios, la bella, empezaba a elevarse. Úrsula, ya casi ciega, fue la única que tuvo serenidad para identificar la naturaleza de aquel viento irreparable, y dejó las sábanas a merced de la luz, viendo a Remedios, la bella, que le decía adiós con la mano, entre el deslumbrante aleteo de las sábanas que subían con ella, que abandonaban con ella el aire de los escarabajos y las dalias, y pasaban con ella a través del aire donde terminaban las cuatro de la tarde, y se perdieron con ella para siempre en los altos aires donde no podían alcanzarla ni los más altos pájaros de la memoria”

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