Hace 127 años nacía en Copenhage Inge Lehman. Vivió hasta hace poco,
murió en 1993 a los 104 años y para los de mi generación el chiste de que se le
acabó la garantía resulta obvio (los que no lo entienden vean Magiclick)
Inge tuvo algo de suerte y bastante de decisión. Nació en una sociedad
que les dio, en esa época, un lugar importante a las mujeres en cuanto a su
educación y a sus derechos en general (el voto femenino se instauró en 1915).
Además asistió a escuelas progresistas y pudo formarse en una disciplina no
tradicional como la sismología (estudio de los terremotos) en la cual trabajó y
descolló durante toda su vida.
El gran aporte de Inge fue su tesis de que el núcleo de la tierra está
formado por una esfera sólida rodeada por una masa líquida. La separación entre
ambas esferas se reconoce por el comportamiento de las ondas sísmicas al
atravesarlas (las ondas no se transmiten igual en un sólido que en un líquido,
comprobarlo lleva unos instantes y basta con una palangana con agua). Esa
separación se conoce como discontinuidad de Lehman en su honor.
¿Y a qué viene lo de cortamambo?
Debía tener unos diez años cuando leí Viaje al centro de la tierra de
Julio Verne. Las aventuras del profesor Liddenbrock siguiendo el viaje de Akne
Saknussem me fascinó. El paisaje de Islandia, el relato de la saga de
Sturlsson, las aguas subterráneas con dinosaurios (¡vivos! como diría Susana),
todo se combinaba para devorara de un saque el libro. Lo saqué de un estante alto en la biblioteca
Moreno de Bernal y arranqué en la misma escalera hasta que me vinieron a buscar para
cerrar la biblioteca. Lo terminé en casa ese mismo día.
Inge Lehman, la cortamambo, demostró que todo no era más que una
fantasía, genial pero fantasía al fin, de Julio Verne.
Algunos dirán que las ideas de Inge Lehman son menos interesantes que
las fantasías de Verne pero, para mí y a pesar de mis ilusiones perdidas,
tienen la belleza del conocimiento.
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