lunes, 24 de marzo de 2014

Sabía que tenía que escribirlo

Si tardé fue simplemente porque esperé el día propicio. Les cuento:
A lo sumo una vez por semana veía a Raúl. Era el viernes, día en que me tocaba trabajar en el Cens en el que él también lo hacía. No todos los viernes. La sala de profesores/secretaría/dirección/biblioteca  estaba en un segundo piso previa escalera angosta y retorcida, así que a veces el tiempo y las ganas conspiraban contra mi presencia allí. Recapitulando: cada quince días subía al Olimpo (como él la llamaba) y hacía sociales.
Raúl no solía dar largas parrafadas. Lo suyo era el comentario corto, a veces cínico, siempre interesante.  Parecía estar al acecho para largarlo: petisón, se acodaba en el respaldo de la silla, pitaba su pipa y esperaba el momento indicado. Era profesor de Literatura (y Castellano y Latín, agregaba), daba clases también en el Mariano Acosta y su conversación dejaba en evidencia un bagaje cultural importante. Hablábamos de literatura, de las cotidianeidades del trabajo, siempre en un tono sarcástico. De vez en cuando soltaba algún latinazgo del cual me hacía cómplice. En el comentario político no me seguía aunque estaba atento, decía  estar más allá de esas circunstancias pero como parecía estarlo de bastantes cosas no llamaba la atención.
Hace unos años arrancó las clases más callado que de costumbre y hacia mediados de año desapareció. “Se jubiló” fue la explicación. Las jubilaciones salen así, de improviso. Igual me resultaba raro no haberme enterado de que había iniciado el trámite. Más me extrañó el silencio de algunos respecto a su partida y definitivamente el no juntar algo de plata para el regalo clásico. Cómo olvidándose de él. Me convencí de que Raúl lo habría decidido así por la dificultad de abandonar un trabajo y un lugar donde uno ha estado mucho tiempo. A varios les pasa.
Viglizzo, orador en el acto-lanzamiento de la CNU
en Mar del Plata.
Al lado, Jose Ignacio Rucci, secretario general de la CGT

Para seguir con la historia hay que remontarse al 21 de marzo de 1975, la noche del 5 por 1. Cobrando una
venganza, miembros de la CNU (Concentración Nacional Universitaria, una  agrupación de ultraderecha de la época) asesinaron a cinco marplatenses vinculados a Montoneros. Algunos de los asesinos lo habían sido también de la estudiante Silvia Filler en el 71, al entrar a balazos en una asamblea universitaria para disolverla.
Raúl Viglizzo, mi “compañero”, había participado en ambos casos. Era uno de los máximos referentes de la CNU y orador habitual en sus actos. Por el asesinato de Silvia Filler fue a la cárcel y salió en el 73. Por la noche del 5 por 1 le bastó irse del Mar del Plata y hacer borrón y cuenta nueva.
Hace unos años la causa se reactivó y Raúl eligió “desaparecer”. Se jubiló redepente.
Este verano decidió entregarse, según él “cansado de estar prófugo”.
Viglizzo ahora, un poco más viejo
de cuando lo conocí

Durante 35 años alguien lo protegió, pudo dar clase con su verdadero nombre y documento en colegios públicos, conversar en las salas de profesores, vivir en libertad.

La impunidad es como las manchas de aceite, empiezan chicas y se expanden por la trama.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Uno de tantos, se vé que la docencia no le es muy redituable. En otros ámbitos son casi mayoría

Julio, mis tíos Roby y Gustavo, mi prima, aún apropiada dijo...

Usted debe ser otro de los que se enteró de quién es este hijo de puta, imagino que lo hubiera denunciado, si no. Ya que es del palo, podría recordar a las autoridades de las instituciones educativas que lo encubrieron, como aporte a la memoria al menos. Tenía que escribirlo, antes. Puede hacer más.

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