lunes, 28 de marzo de 2011

La gente lee, yo también

Una vez, en este mismo blog escribí: Me gusta leer, lo que venga, todo, novelas, poesía, historia, biología, instrucciones para hacer una repisita, cuentos, historietas, películas subtituladas, cartas y mails…

¿Y a que viene esto? A volver sobre esa idea del posteo anterior de que uno lee en las circunstancias más extrañas. Leí en la oscuridad, con velas o esperando que a que el colectivo pase por la luz en un juego de claridad y penumbra fatigante. Leí en barcos con mar agitado, acompasando el movimiento para poder seguir los renglones. El otro día me identifiqué con Martín Caparrós (buen escritor, léanlo) cuando contaba como a los cinco años el auto en el que viajaba dio un par de tumbos antes de volcar y el recuerda su esfuerzo por seguir leyendo mientras cabriolaba.

El miércoles pasado leí en una situación nueva. Estuve internado. Abrir el diario con dos vías de suero conectadas y una sonda que del estomago salía por la nariz fue una experiencia dificultosa. Cuando pasé del diario a la novela de Pablo Urbanyi, El zoológico de Dios, el tamaño ayudó y fue más fácil. La recomiendo. Pablo (lo llamo por el nombre porque algo tuvo que ver con el mío) cuenta su infancia e iniciación sexual en la Hungría de la 2da guerra mundial antes de venir a la Argentina.

El jueves devoré Los hombres que no amaban a las mujeres de Stieg Larsson. Un best seller policial sueco que tiene el inconveniente que los españoles no lo tradujeron a un castellano neutro y entonces uno se come todos los modismos habidos y por haber (todavía tengo que averiguar que es “y para más inri”, por contexto suena a "además", "como si esto fuera poco", etc). La trama igual atrapa. Es muy interesante el tema de los suecos pronazis. Viene bien.

Hablando de mi salud, tengo para dos semanas de reposo, en unos días enviaré instrucciones. Algo habrá que leer.

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