sábado, 30 de mayo de 2009

Cordobazo

Sabía que tenía que escribir algo sobre el Cordobazo pero me atrasé. Me vino bien, no suelo refugiarme en lo que otros escriben pero esta vez Rivera no me dejó opción. Para que lean aquellos a los que les recomendé La revolución es un sueño eterno en las puertas de la Falcone; ahí va, herederos:

De herencia y herederos, por Andrés Rivera
En los días o pocas semanas que precedieron al recordatorio número cuarenta de lo que, con ese placer tan argentino por el aumentativo, se dio en llamar El Cordobazo, hubo pequeñas reuniones de militantes, mujeres y hombres, entre 30 y 35 años de edad, en locales sindicales y de partidos de la más que fragmentada izquierda nacional y provincial. Asistí a algunos de esos encuentros, como porteño por nacimiento y cordobés por adopción, si parafraseo al poeta sin traicionar su canónica identificación.

Déjeme, el lector culto e inteligente de Ñ, que le hable de la impresión que recibieron mi oído y mi olfato: no hubo melancolìa en las evocaciones de un episodio que aún resuena en la memoria de los historiadores sociales, en los titulares copiosos e irreparables de los diarios que reposan en el silencio de los archivos, y en la fugacidad de las tomas televisivas.Déjenme que les hable de lo que sé de Córdoba por lecturas casi tan interminables como la retórica de José Saramago, y de lo que vi, escuché, y no olvidé.
Córdoba. En los arrabales de una aldea, muy españolamente llamada Córdoba, Juan José Castelli, el comisario jacobino de la Primera Junta de Mayo, ordena fusilar a Santiago de Liniers, jefe de la reconquista de Buenos Aires de manos del invasor inglés, y cabeza visible de la contrarrevolución solventada por el Trono hispánico.
Córdoba. La patria chica del escritor y general José María Paz. En sus "Memorias" encontrarán una prosa limpia y despejada, y prudente en la adjetivación, incluso al referirse a su sobrina, Margarita Weild, con quien se casa mucho después de que un montonero le boleara el caballo y lo entregara prisionero a Estanislao López, dueño de Santa Fe hacia 1800.Digo que José María Paz, el general y gobernador de la Ciudad, obligó a Facundo Quiroga a murmurar en uno de los salones más distinguidos de la aristocracia porteña, que el Manco me ganó con pasos de contradanza, por las batallas de Tablada y Oncativo.
Córdoba. En 1918 es derrocado el imperio zarista que rigió los destinos de Rusia durante 500 años y se instaura el poder de los bolcheviques. Su jefe, Nicolás Lenin, aspira a ser otro Robespierre.
Los ecos de ese todavía no acallado estrago del orden capitalista llegan a la Argentina. La ciudad de las Iglesias y saberes, la docta Córdoba, fue el escenario del más formidable levantamiento estudiantil de que se tenga memoria y sus logros aún persisten, pese a los tristes tiempos que vive la República, con una oposición cuyo único objetivo es consolidar sus privilegios terratenientes y defenestrar a Cristina Fernández.Córdoba. En esa Córdoba –donde abundan los conventos y sus ocupantes, curas y monjas católicos–, se desata un incendio que se dio en llamar Cordobazo.Hubo, entonces, dos Rosariazos y un Correntinazo, pero el tiempo, ese implacable borrador de convulsiones épicas, entregó al olvido esas chispas de rebeldía.El Cordobazo, ¿dejó herencia, dejó herederos?Vibra, en marzo de 1971, la Córdoba del Viborazo. Con su peculiar sentido del humor, los cordobeses bautizaron este segundo levantamiento por una frase del 8º interventor en la provincia, J.C. Uriburu, padre de 14 niños, quien solicitó, en la Fiesta del Trigo, en Leones, el honor de decapitar a una "venenosa serpiente" que socava los "valores morales".
El Cordobazo, entonces, dejó, sí, una herencia: probó que era factible la alianza de la clase trabajadora con los estudiantes universitarios, profesionales de las ciencias humanas e intelectuales de avanzada, para un cambio que se definió en la consigna Ni golpe ni elección, revolución.Y el Cordobazo, que dejó una herencia, dejó herederos. Los he visto en locales donde el humo de los cigarrillos llega hasta los techos, y de cuyas paredes penden carteles que exigen mejores condiciones de trabajo y aumento de salarios. Son hombres jóvenes, esos herederos. Hablan –pensé– como hablaron los trabajadores criollos, españoles, polacos, alemanes, judíos, de fines del siglo XIX y principios del XX. Hablan de cómo los gerentes generales de fábrica usan a obreros contratados. Hablan de los 30.000 asesinados por la dictadura. De los Agustín Tosco; de René Salamanca, secretario general del SMATA, baleado en su casa el 24 de marzo de 1976; de Carlos Masera, secretario general del Si.Tra.C., gremio metalmecánico que enfrentó a la Fiat de la familia Agnelli.Hablan de sí mismos, jóvenes como son. Y yo los escucho. Se prometen que el próximo Cordobazo vencerá. Hablan, entonces, de mí; hablan de usted, lector de Ñ. Hablan del mundo al que aspiran. Y yo confío en que nada ni nadie los haga callar.

viernes, 29 de mayo de 2009

Escuchando las noticias


Tal vez parezca una joda, nos va a causar gracia seguro pero además sirve para seguir pensando los medios. ¿O no estamos en una escuela que se dedica a eso?

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miércoles, 27 de mayo de 2009

Una propuesta

Puede ser una tarde, fría y lluviosa, con un gato dando vueltas por ahí; o una mañana, de sol prometiendo calor; o un mediodía estirándose morosamente hacia la siesta; o esa medianoche de insomnio que aparece de vez en cuando. Y puede que ocurra en un lugar solitario o concurrido, de silencio conventual o bullicio promiscuo. Puede ser, en resumidas cuentas, en cualquier espacio y tiempo. El tema es encontrarse uno con el texto, o sea uno con el otro que lo escribió, y compartirse.
Tengamos entonces una tarde de lectura

Aniversario

Ciento noventa y nueve años de la revolución de Mayo. Tratamos de enseñar la historia a través de la comprensión de los procesos que fueron conformando las distintas sociedades. Y a veces se nos extravían en el camino los protagonistas. Que no actúan por fuera de las condiciones históricas en las que vivieron pero que modificaron esas condiciones históricas con su presencia y acción.
Así 1810 es impensable sin Juan José Castelli, el orador de la revolución. El caudillo del Cabildo del 22 de mayo. El interventor del Ejército del Norte cuando este flaqueó en Córdoba en su primera misión y puso en peligro todo. El que se animó a enfrentar a sangre y fuego a la contrarrevolución dirigida por Liniers. El que eliminó la servidumbre indígena que llevaba trescientos años en el Alto Perú.
Castelli fue temido y criticado por los que no estaban a su altura, por los que discutían las formas cuando lo que querían modificar era el contenido de la revolución. Andrés Rivera retrató su figura en una novela imprescindible: La revolución es un sueño eterno.
Un contemporáneo y compañero de luchas, Nicolás Rodríguez Peña, lo defendió como a Castelli le hubiera gustado:
“Castelli no era feroz ni cruel. Castelli obraba así porque así estábamos comprometidos a obrar todos. Cualquier otro, debiéndole a la patria lo que nos habíamos comprometido a darle, habría obrado como él... Repróchennos ustedes que no han pasado por las mismas necesidades... Que fuimos crueles. ¡Vaya con el cargo! Mientras tanto, ahí tienen ustedes una patria que no está ya en el compromiso de serlo. La salvamos como creímos que había que salvarla... nosotros no vimos ni creímos que con otros medios fuéramos capaces de hacer lo que hicimos. Arrójennos la culpa a la cara y gocen los resultados... nosotros seremos los verdugos, sean ustedes los hombres libres."

jueves, 21 de mayo de 2009

Un día de clase


¿Escuelas con problemas edilicios? ¡Vaya novedad! Según palabras del secretario de la Comisión de la Legislatura al que fuimos a ver por el edificio de Malabia, el gobierno sólo ejecutó el año pasado el 57 % del presupuesto que tenía asignado para reparar o construir escuelas.
¿A cuánto ascendía el presupuesto? 300 millones. ¿Era suficiente? Parece que no, el año pasado fue de 388. Igual sólo se utilizó algo más de la mitad. Se había planificado trabajar en casi 300 escuelas, sólo se completaron 89.
Números. Entre ellos se trata de estudiar y de cambiar las cosas. A veces hay que recurrir al ingenio. La foto adjunta da cuenta de ello. Fiorella y Johanna se inclinan, no se sabe si para evitar ser fotografiadas o para dejar al descubierto el hueco del ventiluz inexistente por donde se cuela el frío, el famoso “chiflete”. Un plástico soluciona provisoriamente el problema, diseño y aporte solidario de Nicolás. Hay termo para matear, una carpeta abierta, tazas, sonrisas. Un día de clase

lunes, 18 de mayo de 2009

Murió Mario Benedetti


Machado lo escribió mejor de lo que yo pueda intentarlo: “Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito”. Esa es la deuda que tenemos con Benedetti. Le puso palabras a la vida de una generación, puso también el cuerpo y luchó en las trincheras correctas. Murió y sólo queda recordarlo.

El provocador

El lector avezado, ese que escudriña el blog hasta sus más recónditos rincones, habrá reparado en el último comentario de Peto: Dale, escribí che. (véase A confesión de partes…)
Una provocación. Y no es la primera vez. Pasado un tiempo de cierto inmovilismo en este blog, Peto provoca. Y presumo que lo hace con gusto. Es que Peto es un provocador en el sentido que los latinos daban a la palabra: pro (hacia) uocare (llamar): llamar a.
En este caso llamarme a escribir, a hacerme presente, a intervenir en la realidad.
Cabe consignar que yo no entiendo la palabra provocación con el sentido peyorativo que otros le dan. Porque también me gusta provocar, de hecho para mí la tarea docente consiste en eso, en provocar en el otro el deseo del conocimiento, ese deseo de entenderlo todo, de comprender, de tomar el mundo por asalto. Y si la tarea docente es provocación, ella se ve completada cuando el alumno provoca al docente, es señal que las distinciones se han borrado, que como quería Freire, no hay más educador ni educando sino educador-educando y educando-educador.
¿No estoy en lo cierto?
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