viernes, 4 de abril de 2008

Otro 24 de marzo


Pasó otro veinticuatro de marzo. Volvimos a ver imágenes que algunos tenemos grabadas en el disco rígido y para otros son nuevas, vírgenes. Volvimos a caminar con las banderas con rostros mirándonos. Volvimos a leer y a escuchar diferentes voces. ¿Cuál es la nuestra? Este año elegí trabajar con el libro de Marcelo Brodsky, Buena Memoria. Un recorrido a partir de la foto escolar de sus compañeros adolescentes, algunos desaparecidos.
En 4to primera además visitamos (algunos “enviados” en forma personal, otros por internet) la muestra Ausencias, de Gustavo Germanó, en el Centro Cultural Recoleta. Sobre esta muestra estamos preparando un mural con fotos y textos que presentaremos la semana próxima.
Pensé que ese mural iba a ser nuestro único aporte al blog de este veinticuatro. Pero la lectura de Clarín de hoy me dejó servida otro.
El asunto: un ex represor, el Tigre Acosta, se queja de que lo pusieron en una celda común. Según él esto le provoca “efectos psicofísicos” que le “suenan a tormentos”. Ojo, que el hombre sabe de esto. Acosta fue el jefe operativo del Grupo de Tareas 3.3.2 que operaba en la Esma, y se jactaba de “ser Dios porque yo decido quien se va al cielo”, eufemismo por quien subía a los aviones que realizaban los “vuelos de la muerte”.
Agrega Acosta que el lugar de detención “me agravia en grado sumo y ataca mis derechos personalísimos”. No esperen un comentario mío acerca de la desfachatez del miserable. No. Lo interesante viene a continuación. Clarín señala: “Entre sus compañeros de pabellón, Acosta tiene al ex subcomisario Patti, al ex cura Cristian Von Wernich y al ex agente de inteligencia Raúl Guglielminetti, entre otros.”
¿Saben qué? Acosta tiene razón

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