lunes, 27 de julio de 2015

Robert Louis Stevenson, yo y el tuiteo

Estuve, estoy, leyendo y releyendo a Stevenson.
Esta vez no esperé que Google me avisara y fui yo a buscar el doodle respectivo. En el 2013 se publicó éste en su homenaje. 
La isla del Tesoro, su obra más famosa
Se lo merecía. ¿Por qué? Bueno, en principio les diré que me cae simpático desde que me enteré (por la solapa de un libro que acabo de leer) que su familia se dedicaba a construir faros. Su abuelo levantó el de Bell Rock, un faro en un islote rocoso que está casi permanentemente cubierto por las mareas. Lo hizo bien porque todavía está funcionando y tiene más de 200 años.
Ilustración del faro de Bell Rock
Su nieto, el escritor que no quiso ser constructor de faros, también hacía las cosas bien.  Y hasta podría decir que siguió a su padre y abuelo. Al fin de cuentas un faro no es otra cosa que un punto de referencia. Y los escritos de Stevenson son, para mí, un poco eso: un punto de referencia en la literatura.
Vivió poco, cuarenta y cuatro años, pero escribió mucho. Algunos ven a La isla del Tesoro como literatura juvenil  pero es una muestra de novela de iniciación con una carga de amoralidad importante en sus protagonistas, esos hidalgos ingleses que en busca del tesoro tienen menos escrúpulos que algunos piratas.  
Cuando se metió con la novela histórica produjo La flecha negra, que para muchos es un modelo del género.  En Las nuevas mil y una noches se propuso escribir “a la manera de”  y Borges y Bioy Casares le elogiaron El club de los suicidas.
Con El extraño caso del doctor Jekill y Mr Hyde renovó la literatura de terror con una carga psicológica y anticipó buena parte del siglo XX que trabajó en lo monstruoso que habita dentro de nosotros.
Viajó bastante. Por amor, por su salud deteriorada y porque sí, porque lo importante es viajar y no necesariamente el llegar.
Viajó por Europa, por EEUU (siguiendo a su enamorada con la que se terminó casando) y por el Pacífico Sur. Su libro En los mares del sur tiene como subtítulo Relato de experiencias y observaciones efectuadas en las islas Marquesas, Pomotú y Gilbert.  Tampoco acá Stevenson se quedó atrás: en la literatura de viajes ocupa un lugar importante. Sus observaciones son las de un antropólogo que, a diferencia de la mayoría de sus contemporáneos, ve a “los otros” como sus iguales.
Copio y pego un párrafo donde Stevenson, escocés, analiza agudamente el impacto similar de la instalación de un estado nacional sobre una población:
"En ambos casos (las islas Marquesas y Escocia) una autoridad extranjera se impuso, los clanes se desarmaron, los jefes fueron destituidos, se introdujeron nuevas costumbres, principalmente esa costumbre de considerar el dinero como medio y objeto principal de la existencia. La era del comercio reemplazaba, de pronto, la era de la guerra mutua y del comunismo patriarcal propio."
Los aborígenes lo homenajearon con el nombre de tusitala, el que cuenta historias. Le debe haber encantado.

Estilo tuiter
Una vez escribí en este blog: Cualquier perejil se sienta, nos cuenta sus problemas estomacales y se siente un genio a 140 caracteres por tuiteo.
Parece que lo importante es escribir esa cantidad o menos (personalmente hubiera preferido 144, así ya que la computación rescató la vieja medida de la arroba @, volvíamos a la gruesa. Pero eso es tema de otro posteo).
Sigo siendo de la opinión que lo importante es lo que se dice y no la cantidad de caracteres pero no puedo dejar de admirar la concisión y el concepto de Stevenson comparando la sociedad capitalista con los caníbales del Pacífico:

"Resulta menos cruel cortar la carne de un hombre después de muerto que oprimirle mientras vive"


Y son menos de 140 caracteres 

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