Hay etimologías complejas, otras son obvias y sin embargo tardamos en
reconocerlas. En una escuela siempre hay
pedidos para “repasar” minutos antes de una evaluación.
Repasar, volver a pasar, volver sobre los pasos que hemos dado.
Eso es
lo que tuve que hacer el fin de semana. Recordé una fecha y tuve que volver
sobre lo que había escrito días atrás.
Había dicho, hablando del “nuevo” Berni y de sus planteos fascistas y
xenófobos (véase posteo anterior), que
no era la primera vez que la clase dirigente argentina se las agarraba con los
extranjeros. El tema volvió a cobrar actualidad el fin de semana con el
desalojo de Lugano.
Pero no fue este hecho el que me hizo “repasar” lo dicho.
Un 23 de agosto pero de 1927 la burguesía yanqui ejecutó en la silla
eléctrica a Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti. Dos obreros anarquistas
acusados de un crimen que no habían cometido. En un juicio plagado de
irregularidades y prejuicios. Haciendo oídos sordos a la lucha nacional e
internacional por la absolución de los mismos.
La culpabilidad de Sacco y Vanzetti
se “basaba” fundamentalmente en una doble condición de los mismos:
anarquistas y extranjeros. Al igual que
en la Argentina, la inmigración europea a EEUU era importante a fines del siglo
XIX y principios del XX y también al igual que acá parte de esos inmigrantes
eran portadores de ideologías que aterraban a la burguesía yanqui. Hace unos
años lo dejé escrito en Jorge Engel, uno de los nuestros.
Y a ese desprecio de las clases dirigentes por el “otro”, el “extranjero”
se le opuso y se le debe seguir oponiendo la solidaridad internacional de los
trabajadores.
Y no se me ocurre forma más gráfica que la de la siguiente
imagen. En una provincia, Jujuy, donde en 1927 no vivían más de 80.000
personas, con una base mayoritariamente indígena, con un sector terrateniente que imponía
condiciones de trabajo cuasi feudales, los trabajadores reunidos en la central
anarquista llamaron al paro general en defensa de sus compañeros del norte.
Y en defensa de ellos mismos también.
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