martes, 23 de abril de 2013

¿Cuándo nos acostumbramos?


La pregunta es un poco tramposa. En realidad yo trato de no acostumbrarme. ¿A qué? A que las escuelas se caigan a pedazos. A que sea riesgoso trabajar y/o estudiar en ellas.
Es lo que le pasó a Gerardo Rodríguez, un obrero de 25 años, empleado de una empresa tercerizada que desde hace cinco años viene haciendo obras en la escuela primaria Francisco de Vitoria, en la calle Julián Álvarez al 200.  Yo trabajo allí a la noche en una escuela de adultos, adultos que se “acostumbran” a sillas para chicos de seis años, que conviven con cielorrasos caídos, paredes húmedas, con la suciedad que queda después de un día de uso intensivo, etc.  “Aguantan”, “se acostumbran”  porque están agradecidos a que les brinden educación, a ellos que “se atrasaron”, que “perdieron el tren”, que “no lo hicieron cuando correspondía”, etc.  La “culpa” funciona para hacer que el otro “se acostumbre”
Gerardo Rodríguez estaba trabajando en el techo de la escuela. También “acostumbrado” a hacerlo sin mayores medidas de seguridad. Abajo, en  el patio, jugaban los pibes de la primaria. El techo cedió, Gerardo cayó entre los pibes y agonizó durante cuarenta minutos.
¿Cuándo nos acostumbramos? La primaria cerró sus puertas y exigió que los responsables del gobierno se hicieran presentes, que el área de mitigación de riesgos confirmara si la escuela estaba en condiciones de reabrir. La supervisión de adultos indicó que el Cens podía seguir funcionando igual, que el problema no nos afectaba “porque el Cens no usa el patio”. ¿Se entiende? Un muerto en el patio es un problema si necesitás hacer el recreo en él, si no lo usás te podés “acostumbrar”.
Mitigación de riesgos hizo el informe. Dijo que la escuela reúne las condiciones “mínimas” de seguridad para funcionar. ¿Cuándo nos acostumbramos a trabajar con las “condiciones mínimas de seguridad”? Necesitamos las condiciones “máximas” de seguridad, no mínimas. ¿Cuándo nos acostumbramos a no reclamarlas?
Una persona murió en una escuela por la desidia de funcionarios y empresarios que juegan con las condiciones “mínimas” de seguridad.
Ayer muchos fuimos a la escuela, a abrazarla, a reclamar, a gritar que no pensamos acostumbrarnos. 

1 comentario:

Unknown dijo...

Yo trabajo en el Cens con Pablo Cámera, son realmente lamentables las condiciones en que se encuentra la escuela y también es terrible ,y no tengo otras palabras para definirlo, lo que pasó con este joven. Estoy de acuerdo con lo que dice el artículo. Espero que como comunidad podamos hacer algo para que esto no vuelva a ocurrir y que no nos "acostumbremos" a este tipo de problemas y trágicos accidentes. Y como se dice habitualmente: "Si se podía evitar no es un accidente"

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