Bastó que escribiera un posteo sobre tecnología para que
otro apareciera.
Es que la realidad es, está allí, sólo que nosotros tardamos en registrarla.
Es que la realidad es, está allí, sólo que nosotros tardamos en registrarla.
El caso es que hace unos días, pasando las hojas de una
revista dominical (uno de los géneros periodísticos que desafía la definición
del oficio) reparé en una publicidad.
Lugares para llevar un pendrive hay muchos e imagino la
cantidad de chuscadas que pueden surgir del comentario. El señor de Reef
encontró uno en particular: la patilla de sus anteojos.
La idea puede parecer buena los primeros 30 segundos. Al
cabo de los mismos uno se pregunta cómo hará para sostener los anteojos si
conectó el pendrive. Van a decir que son anteojos de surfer, ¿y dónde enchufará
el pen entonces?, nos preguntamos.
Lo dijo Roque Narvaja: Inútil es que trates de entender, o interpretar quizás sus actos.
Nos quieren vender un pendrive para llevar en la oreja y punto.
Nos quieren vender un pendrive para llevar en la oreja y punto.
Agregando un papelito enrollado el papá de Manolito tenía memoria y teclado. ¡Y hace medio siglo!
(Debo la sugerencia del posteo a la agudeza de la antropóloga Marina Peleteiro)
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