Desapareció una isla. Figuraba en los mapas, estaba en el
Pacífico sur, cerca de Nueva Caledonia, tenía nombre y todo: Sandy (arenosa)
pero la buscaron y no está más.
Uno podía desconfiar un poco: por un lado hacía poco que
había aparecido, de hecho los primeros mapas que la registran son del 2000 y
están hechos en base a Google earth, es decir nadie la había visto en vivo y en
directo. Otra desconfianza tiene que ver con la política: lo primero que hacen
los estados es reclamar territorios y Francia (a la cual por zona le tocaba) no
había abierto la boca hasta ahora.
Científicos australianos recorrieron la zona, no encontraron
nada y midieron la profundidad donde debería estar, 1400 metros. Ni siquiera la
ilusión de que la haya tapado el agua. No faltó el gracioso que hablara de la
isla de Lost. Igual no es para preocuparse, por esa zona lo que sobran son
islas.
Pero la noticia sirvió para traer a mi memoria que por acá
nomás también nos desaparecen islas. Aunque la historia es vieja no viene mal
recordarla.
Sitúense hacia finales del siglo XVII, el Atlántico sur es
un hervidero de barcos ingleses y holandeses en plena disputa por los mares
(ganarán los ingleses pero eso es otra historia, en ese momento van empatados).
Un navegante inglés, Wiliam Cowley, avista unas islas frente
a Puerto Deseado. No les pone nombre y su compañero, William Dampier, con
honestidad infrecuente, señala que deben ser las Sebaldinas (probablemente las
Malvinas) reconocidas previamente por los holandeses (que le pusieron ese
nombre por su descubridor Sebald de Weert).
Como todo marino que se precie William Cowley escribió un
diario y acá empieza en rigor el despelote. ¿Dónde está la noticia? Ví unas
islas pero me parece que ya las conocíamos. Eso no interesa a nadie.
El editor
del diario (del cual no sabemos si alguna vez había subido a un barco), con
estilo, dibuja un mapa de las mismas, completito con una bahía para ¡mil barcos!
y un par de promontorios, dice que Cowley bajó en ellas, que hay muchos árboles,
que no hay gente (buenísimo) y para completarla le pone el nombre del
Secretario del Almirantazgo británico, Lord Pepys. Lo que se dice quedar bien.
Cien años despúes los ingleses las seguían buscando. Lo
mandan a John Byron que recorre toda la zona inútilmente. En esa época los
holandeses ya no jugaban en primera pero habían ascendido los franceses. Uno de ellos, Bouganville
escribe al respecto: Yo la busqué tres veces y los ingleses dos, sin
encontrarla.
Para 1830 Fitz Roy, el marino que trajo a Darwin y trazó el mapa
más completo de los mares para el Almirantazgo británico, ya se tomaba el tema
medio en broma.
Hicieron falta veinte años más y otra expedición para que los
ingleses se convencieran de que el editor de 1699 era un chanta, dejaran de buscar otra isla para apropiarse y se
conformaran con las Malvinas.
Y después se quejan de que se ahora se manipula la
información.
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