Las salas de profesores,
cuando gratas, suelen parecerse a un brainstorming. A las clásicas Conversaciones con Bermúdez (últimamente
insistidor en la necesidad de que me convierta en tuitero) se suman las
pláticas tecnológicas, las más de las veces abocadas a la solución de algún
problema escolar.
Pero a veces estas
conversaciones discurren hacia otros tópicos: uno de los últimos fue la
utilización de la fuerza motriz del alumnado. Sabido es que muchos estudiantes
padecen de una necesidad de movimiento continuo. ¿Podríamos convertir esa
pesadilla en algo útil?
Créditos para la aprobación
de la materia basados en la generación de energía eléctrica. El título da para un proyecto con horas
institucionales. Y aumentaría, a no dudarlo, la inclusión educativa,
preocupación que, es sabido, desvela a
todo funcionario.
El esquema que desarrollamos es sencillo: bicicletas
fijas conectadas a baterías. Alumnos inquietos a quienes se les daría la
oportunidad de “descargar” su ansiedad “cargando” baterías. De paso aprenden física, primer principio de
la termodinámica: la energía no se pierde, se transforma.
Considerando la natural
movilidad adolescente calculamos con los profesores de tecnología que el sistema permitiría el
autoabastecimiento e incluso fantaseamos con la posibilidad de venta de
energía. Advertimos también sobre la necesidad de permitir sólo un porcentaje
de la nota mediante los “créditos energéticos” ya que muchos alumnos serían
capaces de aprobar cursos enteros pedaleando.
Me sentía satisfecho con la
idea hasta que leí Diario de las estrellas de StanislawLem:
“También es obra suya un dispositivo ingenioso para el aprovechamiento
de la energía de los niños, que habitualmente se pierde: todos sabemos que los niños
no pueden estarse quietos un segundo. El
dispositivo consiste en un sistema de manivelas, poleas y palancas, colocadas
en varios sitios de la vivienda, que los niños empujan, tiran y desplazan
durante sus juegos, haciendo, sin
saberlo, correr el agua, pelar patatas, lavar la ropa, producir electricidad,
etcétera.”
Lem se nos había
adelantado, casi idénticas eran sus palabras. Después me tranquilicé. Nos había
primereado un capo de la ciencia
ficción, no deja de ser un mérito.
Dedicado
a Mancuman y el mecánico.
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