El viernes se murió
Videla. Sólo, preso, sentado en el inodoro de su celda. Dicen que se fue un
símbolo. Generalmente eso significa que ya no servía. Y así era. Había cumplido
su función y, a semejanza de las maquinarias, ya era obsoleto. Obsoleto e
inútil. Otras formas, otras personas, otras estructuras lo habían reemplazado.
Fati, siempre Fati |
Me considero en general un afortunado. Y en relación a Videla también. Pasé la
dictadura que él encabezó y sobreviví cuando otros, cercanos y lejanos, afectos
y extraños, no pudieron hacerlo.
Sobreviví a la dictadura y a Massera, y a Agosti, y a
Galtieri, y a Bussi y ahora a Videla. Falta Menéndez pero calculo que tengo
tiempo.
¿Se termina la miseria cuando muere un miserable? No, está
claro que no. La complicidad de muchos otros miserables sigue impune. Los
aparatos represivos también.
Pero ayer se murió Videla y vinieron a mi memoria
los abrazos de los viejos exiliados republicanos españoles en el 75, cuando
murió Franco. Ellos se consideraban afortunados. Y yo también lo era y me sentía
así por compartirlo.
Se murió Videla, sólo, preso, inútil. Usado y desechado.
Soy afortunado.
Soy afortunado.
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