Si tardé fue simplemente porque
esperé el día propicio. Les cuento:
A lo sumo una vez por semana veía a Raúl. Era el viernes, día
en que me tocaba trabajar en el Cens en el que él también lo hacía. No todos los
viernes. La sala de profesores/secretaría/dirección/biblioteca estaba en un segundo piso previa escalera
angosta y retorcida, así que a veces el tiempo y las ganas conspiraban contra
mi presencia allí. Recapitulando: cada quince días subía al Olimpo (como él la
llamaba) y hacía sociales.
Raúl no solía dar largas parrafadas. Lo suyo era el
comentario corto, a veces cínico, siempre interesante. Parecía estar al acecho para largarlo: petisón,
se acodaba en el respaldo de la silla, pitaba su pipa y esperaba el momento
indicado. Era profesor de Literatura (y Castellano y Latín, agregaba), daba
clases también en el Mariano Acosta y su conversación dejaba en evidencia un
bagaje cultural importante. Hablábamos de literatura, de las cotidianeidades
del trabajo, siempre en un tono sarcástico. De vez en cuando soltaba algún
latinazgo del cual me hacía cómplice. En el comentario político no me seguía
aunque estaba atento, decía estar más
allá de esas circunstancias pero como parecía estarlo de bastantes cosas no
llamaba la atención.
Hace unos años arrancó las clases más callado que de
costumbre y hacia mediados de año desapareció. “Se jubiló” fue la explicación.
Las jubilaciones salen así, de improviso. Igual me resultaba raro no haberme
enterado de que había iniciado el trámite. Más me extrañó el silencio de
algunos respecto a su partida y definitivamente el no juntar algo de plata para
el regalo clásico. Cómo olvidándose de él. Me convencí de que Raúl lo habría
decidido así por la dificultad de abandonar un trabajo y un lugar donde uno ha
estado mucho tiempo. A varios les pasa.
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Viglizzo, orador en el
acto-lanzamiento de la CNU en Mar del Plata. Al lado, Jose Ignacio Rucci,
secretario general de la CGT
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Para seguir con la historia hay que remontarse al 21 de
marzo de 1975, la noche del 5 por 1. Cobrando una
venganza, miembros de la CNU (Concentración
Nacional Universitaria, una agrupación
de ultraderecha de la época) asesinaron a cinco marplatenses vinculados a
Montoneros. Algunos de los asesinos lo habían sido también de la estudiante Silvia
Filler en el 71, al entrar a balazos en una asamblea universitaria para
disolverla.
Raúl Viglizzo, mi “compañero”, había participado en ambos
casos. Era uno de los máximos referentes de la CNU y orador habitual en sus
actos. Por el asesinato de Silvia Filler fue a la cárcel y salió en el 73. Por
la noche del 5 por 1 le bastó irse del Mar del Plata y hacer borrón y cuenta
nueva.
Hace unos años la causa se reactivó y Raúl eligió “desaparecer”.
Se jubiló redepente.
Este verano decidió entregarse, según él “cansado de estar
prófugo”.
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Viglizzo ahora, un poco más viejo de cuando lo conocí |
Durante 35 años alguien lo protegió, pudo dar clase con su
verdadero nombre y documento en colegios públicos, conversar en las salas de
profesores, vivir en libertad.
La impunidad es como las manchas de aceite, empiezan chicas
y se expanden por la trama.