La semana pasada cumplió años Rembrandt. Había nacido el 15
de julio de 1606, y ese día (307 años después) apareció el consabido
doodle. No era fácil en este caso
hacerlo, la ilustración moderna y digital no suele jugar con el arma de
Rembrandt: el claroscuro. Y se nota.
Rembrandt es “el” pintor holandés. Y como corresponde vivió
la época de apogeo de Holanda, la de la burbuja de los tulipanes (para que los
alumnos de 4to vean que el capitalismo inventó lo de las burbujas especulativas
bastante antes del siglo XX), la de la Compañía de las Indias Orientales, la
temida y poderosa VOC. La del dominio de los mares antes que lo fuera
Inglaterra. Que por los Estados Holandeses se llama así “nuestra” Isla de los
Estados, y caleta Mauricio –allá en el sur, entre Buen Suceso y Valentín-
recuerda a Mauricio de Nassau y no a Macri. Y podemos seguir, las Malvinas fueron
antes las Sebaldinas (por Sebald de Weert) y Nueva York empezó como Nueva
Amsterdam. Rastros del poderío de la nación holandesa.
Y mientras tanto
Rembrandt pintaba cosas como éstas.
El gremio de síndicos |
Un cuadro que tiene algo de fotografía, eso de captar el “momento
decisivo” que sintetizó Cartier Bresson (aspirantes a fotógrafos, si no lo
conocen, gugleenlo ya). Si bien no es una de sus obras más populares es la que
viene a mi memoria primero. Tal vez por eso de captar la instantaneidad, tan
moderna.
Tal vez por eso a los síndicos
no les gustó.
La burguesía ama la estabilidad y no comprende que la vida es
cambio. Por eso además de este cuadro no le gustan otras tantas cosas que a mí
me fascinan.
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