No hay pronóstico más fallido que el del fin del mundo. Cada época ha
reclamado con vehemencia el derecho a
tener su propia profecía.
El último
ejemplo que recuerdo es el del año 2000, el Y2K. ¿Cómo venia el apocalipsis esa
vez? Modernito, vía computadoras. No estaban preparadas para reconocer la fecha
2000, la identificarían con el 0, todas las actividades programadas para
después de esa fecha no se llevarían a cabo, los aviones chocarían en los
aires, las máquinas controladas vía interné se pararían, todo mal. Los únicos
que salieron ganando plata fueron los programadores que hicieron horas extras.
No pasó nada.
Cañonazos, globos, dirigibles, aviones, todo es bueno para escapar La luna nos abre los brazos. A lo lejos, el Halley |
Dejando de lado a todos los innumerables infelices de poca monta que
cada dos por tres anunciaban/anuncian que se pudría todo, la tendencia a “la
fin del mundo” viene de lejos. En 1910 la causa iba a ser la llegada del cometa
Halley. El cometa pasaría tan cerca de la tierra que su gas envenenaría a la
gente…que no hubiera comprado máscaras y tubos de oxígeno. Otro buen negocio.
El año 999 estábamos a punto de terminar el primer milenio, ¡buena
fecha para asustarse con lo que se vendría! Georges Duby, historiador medievalista
francés, escribió un libro: El año 1000, la huella de nuestros miedos, donde ubicó
en el milenio los terrores del hombre medieval.
Incluso San Martín de Tours profetizó para el 400 el día final. Falló pero eso no le importó a Juan de Garay
que, cuando fundó por segunda vez Buenos Aires, lo nombró patrono (hasta en eso nos va mal a
los porteños, tenemos un patrono que la pifia –próximamente en este blog ¿A
quién le importa San Martín de Tours?-)
Ni Google pudo evitar la alusión del doodle |
La última (por ahora) le tocó a los mayas. Según dicen, hoy, 21 de
diciembre se acaba todo. La Nasa salió a desmentirlo, ¡la Nasa! ¿Tanto les
recortaron el presupuesto que tienen que estar ocupándose de boludeces?
Hay histeria en China y tratándose de 1500 millones no es para
tomárselos en broma. En Rusia compran comida y velas. Como dice un amigo, esto
con Lenin y Trotsky no pasaba. Entre otras cosas porque a los acaparadores los
fusilaban. Pero otros vientos soplan y con la restauración capitalista vuelven
también las miserias y conservadurismos ideológicos (a las Pussy Riots las
condenaron en base a textos cristianos ortodoxos de hace mil años).
En Francia se preparan para invadir el pueblo de Bugarach, un lugar a
salvo del apocalipsis porque tiene una
montaña al revés. ¿Cómo? Las capas de la
cima son más antiguas que las de la base, lo que suele suceder en todos los
plegamientos, cosa que no altera a ningún geólogo y tampoco debiera hacerlo a
un estudiante de primer año de secundaria, pero…
Para no ser menos acá tenemos aluvión de gente hacia el Uritorco, otro lugar
que escapará del “tsunami” que podría
acabar con Buenos Aires. Ojo con andar
por Puerto Madero.
Volvamos a los mayas. Su culpa fue haber diseñado un calendario. Culpa
que comparten con muchos otros pueblos como los chinos, los egipcios, los
súmeros y demás. La base de todo calendario es que es finito y cíclico, es decir
en algún momento termina y vuelve a empezar. Por eso no existe la hora 25, ni
el día 32 y dentro de diez días se acabará (sí, se acabará, finalizará, no
estará más, morirá, etc.) el año 2012 y empezará el 2013. Esto, que no le causa
ninguna histeria a nadie, parece que en el caso maya sí. Por supuesto no a los
mayas.
Sucede que los mayas, de obsesivos que eran, armaron varios
calendarios. Uno, el de la “cuenta larga”, tiene 1.872.000 días, arrancó hace
unos 5000 años, (para ser más exactos el
11 de agosto del año 3114 antes de Cristo según el calendario en vigencia para
nosotros) y termina hoy.
¿Y qué sucede?
Nada, diría un maya, empezamos a contar de vuelta. ¿Ustedes no hacen lo
mismo?
2 comentarios:
Publicado a las 8.11, un minuto antes de que se acabe el mundo. Por que uno no necesita esperar la comprobación empírica de sus certezas.
Si, Profe, dice Bastidas, que tenemos la capacidad de aventurarnos, para lo cual necesitamos fortalecer nuestro sentido de anticipación. Para esto es necesario perfeccionar la capacidad que nos impulsa hacia la incertidumbre mientras articulamos la mejor respuesta.
Tu texto, Cámera acompaña nuestro andar entre incertidumbres que estimulan nuestra curiosidad. Sin curiosidad no hay experimentación ni descubrimiento del "mundo". Enseñemos a pensar con la propia cabeza, dice Galeano, o sea, digo yo, bienvenidas las incertidumbres que nos ponen en marcha. Cariños,Marta Sarasino
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