Yo creo que te gusta la historia, como me gustaba a mí cuando tenía tu edad, porque se refiere a los hombres vivos, y todo lo que se refiere a los hombres, a cuantos más hombres sea posible, a todos los hombres del mundo en cuanto se unen entre ellos en sociedad y trabajan y luchan y se mejoran a sí mismos, no puede no gustarte más que cualquier otra cosa.
Antonio Gramsci
En el último posteo recomendé un autor, Francisco Umbral. Todo él es de agradable lectura pero el texto que menciono está en una recopilación de artículos periodísticos bajo el nombre de Mis paraísos artificiales.
Lo pueden conseguir en internet en forma gratuita.
Por otra parte, si les interesa leer una novela que describe el imperio otomano en la época del Renacimiento (que es la época de la novela El sultán) tienen que leer a Mathias Enard que imagina a un Miguel Angel contratado por el sultán para que le construya el puente más bello del mundo en Estambul. Su libro se llama Habladles de batallas, de reyes y elefantes y también se puede conseguir en la web
Un escritor que recomiendo, Francisco Umbral, menciona en un artículo
la importancia de tener ciertos amigos. Si piensan que se refiere a poderosos,
están equivocados. Umbral habla de amigos viajeros que nos traigan ecos de
tierras lejanas, amigos periodistas que nos ayuden a ventear los aires del
mundo, amigos fotógrafos que nos retraten bien y definitivamente, y así.
Agregaría a la lista un amigo profesor de historia. ¿Para qué? Les
explicaré con un ejemplo.
El 24 de abril de 1915 el imperio otomano comenzó, con la detención de
unas 200 personas, lo que se conocería como el primer genocidio del siglo XX:
el genocidio armenio. Ocho años después unos dos millones de armenios habían
muerto a manos de los turcos.
El siglo XX ha sido pródigo en genocidios, al armenio se le sumarían otros
(hereros en Namibia, en la 2da guerra mundial, Ruanda en 1994…)
A diferencia del perpetrado por
el nazismo, el sufrido por los armenios tardó en ser reconocido como tal (Argentina
lo hizo en 2007) y hasta el día de hoy sólo unos treinta países lo han hecho. Turquía
no está entre ellos y si bien acepta las muertes niega que haya sido
premeditado.
Bueno, ¿y? ¿para esto necesito un profesor de historia?
No se impacienten, déjenme seguir.
Telefé ha programado la emisión de una telenovela turca, casi con
seguridad otro bodrio importante. Se trata de “El Sultán” basado (es una manera
de decir) en la vida de Solimán el magnífico, el gran emperador que dio forma
al imperio otomano en el siglo XVI. Como corresponde a tan magno acontecimiento
lo anuncian con bombos y platillos.
¿Y cuándo lo programó? Para hoy, 24 de abril, día del genocidio armenio
a manos de los turcos.
Un amigo profesor de historia le hubiera avisado al programador que no
era el día indicado.
Desde hace unos días los medios han convocado, con clara predilección
por la segunda opción, a la batalla de los hashtags.
Mi elección es obvia, #yoparo.
¿Y cuál otra podía ser? Soy docente de
educación media y universitaria, mis compañeros han decidido marchar al paro,
posición que comparto. Pero ¿y si no la compartiera? ¿Si pensara que es mejor
esperar?
Hace tiempo, en una ocasión compleja, un viejo militante me explicó: “Es
mejor equivocarse con los compañeros que acertarla con el patrón”. Conciencia de
clase es el término “serio”.
Y entonces paro. Y se ocupan las calles. Y al hacerlo me encuentro con
el “reclamo” de los medios y también de compañeros que esgrimen “el derecho al
trabajo”. No es suficiente explicar que “el derecho al trabajo” no es otra cosa
que el “derecho” a la explotación, a la esclavitud asalariada. También hay que
explicar que ese derecho no existe, que es permanentemente vulnerado por los
que nos “dan” trabajo.
Pero cuesta asumirse como trabajador en el gremio docente. Ya en los 70
como estudiante secundario viví la pelea por denominar al sindicato como de “trabajadores
de la educación” (Ctera). Otra vez, en el 85, en uno de los primeros escritos
del sindicalismo universitario alguien corrigió mi inicio: “Nosomoscompañeros, somos colegas” me dijeron. El universitario prefería compartir la
lectura y no el pan.
¿Y entonces? Y, somos trabajadores docentes. Volvemos a explicarlo.
Explicamos que el derecho colectivo de la clase es superior al derecho
individual, que trabajadores y patrones tenemos intereses históricos
diferentes, y como además de trabajadores docentes lo somos de historia
explicamos que así ha sido a través de las épocas.
Y probablemente muchos no lo entiendan hoy. Y mañana nos pregunten:
¿qué ganaste? Esperan contar porotos. Puede que no haya ninguno concreto, ¡ya! para
mostrar (un aumento, una marcha atrás con un ataque, etc.) y sin embargo
habremos ganado.
Porque nos unimos, luchamos y crecimos en nuestra conciencia
colectiva como clase.
Entonces mañana, en cada lugar, en cada trabajo, frente a
cada patrón, estaremos más fuertes.
Y recordemos a otros que nos dijeron lo mismo bastante antes.
Debo agradecer al control remoto haberme topado hace unos días en el
canal paka paka (al que sólo accedo de forma aleatoria) con “El secreto de Kells”.
Kells es una abadía irlandesa donde hacia el siglo IX un monje (o más
de uno) escribió e “iluminó” los cuatro
evangelios del Nuevo Testamento y los unió en un libro: el libro de Kells. Los manuscritos “iluminados”
son una de las obras de arte medievales más importantes y bellas.
Su realización implicaba años de trabajo y se utilizaban metales
preciosos como oro, plata o minerales como el lapislázuli para obtener los
colores con los que se “iluminaban” las imágenes.
En internet pueden encontrar muchísimas imágenes del Libro de Kells y
de muchos otros manuscritos. Les recomiendo que recorran las páginas y las vean.
A modo de ejemplo les dejo dos del libro que tengo
Pero no fue esto lo que vi en Paka Paka.
El libro de Kells es un tesoro nacional irlandés y como tal está muy presente en la cultura del país.
Y por eso los irlandeses le dedicaron una de las mejores películas de animación que he visto: “El secreto de Kells” (ver trailer)