La frase del título no suena muy lógica pero en algún momento alguien
pensó que sí. Luis Galvani, a fines del siglo XVIII, se había convencido al ver
las contracciones de una rana muerta tocada por dos puntas metálicas que el
tejido animal era el que generaba la electricidad.
Alessandro Volta, amigo suyo y científico como él, sospechaba que la
rana no tenía nada que ver. Que simplemente conducía electricidad que se
generaba externamente. Sus experimentos lo condujeron a la construcción de la
primera pila voltaica: varios pares de discos de zinc y cobre separados por
cartones mojados en agua con sal. Al
apretar los discos entre sí se generaba una reacción química que producía
electricidad.
Un problema que se le planteó a Volta fue que, al ser la electricidad
generada de poca intensidad, era difícil comprobar cuando aumentaba o
disminuía. La solución de Volta fue drástica: se “picaneaba” la lengua, a más
dolor, más intensidad de la electricidad.
Google lo recuerda con un doodle de la pila a doscientos setenta años
de su nacimiento, nosotros le agradecemos a Volta su descubrimiento: la base del
sistema de pilas y baterías actual.
Las ranas también están contentas.